
El Maestro era cualquier cosa, menos ampuloso.
Siempre que hablaba,
provocaba enormes y alegres carcajadas,
para consternación de quienes se tomaban
demasiado en serio la espiritualidad... y a sí mismos.
Al observarlo, un visitante comentó decepcionado:
"¡Este hombre es un payaso!"
"Nada de eso", le replicó un discípulo;
"no ha comprendido usted ni palabra:
un payaso hace que te rías de él;
un Maestro hace que te rías de ti mismo".
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