
Un ejecutivo preguntó al Maestro cuál creía él
que era el secreto de una vida dichosa y afortunada.
"Hacer feliz cada día a una persona",
le respondió el Maestro.
Y, tras unos breves instantes, dijo:
"Aunque esa persona seas tú mismo".
El Maestro solía decirles: "Las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza". "Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a sentir hambre; puedes obligar a alguien a acostarse, pero no puedes obligar a dormir; puedes obligar a que te elogien, pero no puedes obligar a sentir admiración; puedes obligar a que te cuenten un secreto, pero no puedes obligar a inspirar confianza; puedes obligar a que te sirvan, pero no puedes obligar a que te amen.
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