
Cuando un discípulo manifestó su intención de hacerse predicador, el Maestro no quiso ni oír hablar de ello. Se limitó a decirle:
"Espera. Aún no estás preparado".
Pasó un año; luego dos años, cinco, diez...,
y el Maestro seguía en la misma actitud.
Un día, finalmente, el discípulo le dijo:
"¿No podría hacer algún pequeño bien,
aunque todavía no esté preparado?"
Y el Maestro le respondió:
"¿Qué eficacia tendría un cazador que se empeñara
en disparar antes de cargar el arma?"
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