
El Maestro, aunque le fascinaba
la tecnología moderna, se negaba a darle
el nombre de "progreso".
El verdadero progreso, para él,
era el "progreso del corazón",
el "progreso de la felicidad",
no el "progreso del cerebro"
o el "progreso de los cacharros".
"¿Qué piensa usted de la civilización moderna?",
le preguntó una vez un periodista.
"Creo que sería una buenísima idea",
fue su respuesta.
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