
Cuando el soberano de un reino vecino
anunció su propósito de visitar el monasterio,
todo el mundo exteriorizó su nerviosismo.
Sólo el Maestro mantuvo su habitual calma.
Conducido el rey a presencia del Maestro,
le hizo una profunda reverencia y le dijo:
"He oído decir que has alcanzado la perfección mística,
y quisiera saber cuál es la esencia de lo místico".
"¿Para qué?", preguntó el Maestro.
"Deseo averiguar la naturaleza del ser,
a fin de poder controlar mi propio ser y el de mis súbditos
y conducir a mi pueblo a la armonía".
"Está bien", dijo el Maestro,
"pero debo advertirte que,
cuando hayas avanzado en tu averiguación,
descubrirás que esa armonía que buscas
no se consigue a base de control,
sino a base de entrega".
No hay comentarios:
Publicar un comentario