
Una asistenta social
le exponía sus penas al Maestro
y le refería cuánto habría podido hacer ella
por los pobres si no hubiera tenido que emplear
tanto tiempo y tantas energías
en protegerse a sí misma y su propio trabajo
de calumnias y malentendidos.
El Maestro, tras escucharla con atención,
se limitó a decirle:
"Nadie arroja piedras a un árbol sin frutos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario