
El visitante, un escritor religioso,
había acudido al Maestro en busca
de unas palabras de sabiduría.
Y el maestro le dijo:
"Unos escriben para ganarse la vida;
otros, para comunicar sus ideas o suscitar cuestiones
que inquieten a sus lectores;
e incluso otros lo hacen
para comprender su propia alma.
Pues bien, ninguno de ellos pasará a la posteridad.
Este honor está reservado a quienes sólo escriben porque,
de no hacerlo reventarían".
Y, tras una breve pausa, añadió:
"Estos últimos son los que dan expresión a lo divino,
independientemente de cuál sea el tema sobre el que escriben".
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